Wild Cards I by George R. R. Martin

Wild Cards I by George R. R. Martin

autor:George R. R. Martin [Martin, George R. R.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 1986-03-25T05:00:00+00:00


Cuando despertó, en una cálida oscuridad, Tach sólo se acordaba un poco de la borrachera, pero así era como le gustaba. Trató de incorporarse. Las sábanas en las que yacía eran de satén, suaves y sensuales, y por debajo del olor rancio de vómito aún podía percibir el leve rastro de algún perfume floral.

Inestable, tiró de las sábanas y se arrastró hasta el borde de la cama con dosel. El suelo bajo sus pies descalzos estaba enmoquetado. Iba desvestido, el aire le resultaba incómodamente cálido sobre la piel desnuda. Alargó la mano, encontró el interruptor y gimoteó un poco ante la claridad. La habitación era un caos blanco y rosa, con muebles victorianos y gruesas paredes insonorizadas. Una pintura al óleo de John F. Kennedy sonreía desde encima de la chimenea; en una esquina se alzaba una estatua de yeso de casi un metro de altura de la Virgen María.

Angelface estaba sentada en una butaca rosa junto a la chimenea apagada, parpadeando adormilada y tapándose un bostezo con el dorso de la mano.

Tach se sintió asqueado y avergonzado.

—Te he sacado de tu cama otra vez, ¿no? —dijo.

—No pasa nada —respondió. Sus pies descansaban en un diminuto escabel. Las plantas tenían mal aspecto: estaban magulladas, negras e hinchadas, a pesar de los zapatos especiales y acolchados que llevaba. Por lo demás, era encantadora. Suelta, la cabellera negra le llegaba a la cintura y la piel tenía un tono rosáceo, radiante, un cálido brillo vital. Sus ojos eran oscuros y líquidos, pero lo más asombroso, lo que nunca había dejado de sorprender a Tachyon, era la calidez que había en ellos, el afecto del que se sentía tan poco merecedor. Con todo lo que le había hecho, a ella y al resto, de algún modo esa mujer llamada Angelface le perdonaba y le cuidaba.

Tach se llevó la mano a la sien. Alguien le estaba serrando el cráneo.

—Mi cabeza —gimió—. Con vuestros precios, lo mínimo que podríais hacer es eliminar las resinas y venenos de las bebidas que vendéis. En Takis, nosotros…

—Lo sé —dijo Angelface—. En Takis habéis elaborado vinos que no dan resaca. Ya me lo explicaste una vez.

Tachyon le dedicó una sonrisa cansada. Tenía un aspecto increíblemente fresco, no llevaba más que una corta túnica de satén que le dejaba las piernas desnudas hasta la altura del muslo. Era de un intenso rojo vino, adorable en contraste con su piel. Pero cuando se levantó, pudo entrever el lado de su cara donde la mejilla había descansado en la butaca mientras dormía. La contusión ya se estaba oscureciendo, una flor púrpura en su mejilla.

—Angel… —empezó.

—No es nada —dijo. Se tiró el pelo hacia adelante para cubrir el defecto.

—Tu ropa estaba sucia. Mal se la ha llevado para que la laven. Así que por un rato serás mi prisionero.

—¿Cuánto tiempo he dormido? —preguntó Tachyon.

—Todo el día —respondió Angelface—. No te preocupes por eso. Una vez tuve un cliente tan borracho que durmió durante cinco meses. —Se sentó en el tocador, levantó el teléfono



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.